El trecho que hay del dicho al hecho

En los últimos tiempos me he dado cuenta de que la gente, y en especial los niños y los adolescentes, tienen ideas vagas de lo que desean, pero no encuentran la manera de materializar sus sueños. Según mi experiencia, hay tres factores principales que originan esta situación:  la falta de vocabulario, la manera en que han visto modelada la cotidianidad y la falta de visualización del futuro.

Vamos con el primer elemento: La falta de vocabulario.  Hoy en día, y gracias a la tecnología, nos hemos alejado de los libros, nuestra fuente vital para desarrollar el constructo mental. Al leer menos, nuestros cerebros dejan de estructurar la manera en que se forman las frases, oraciones e ideas; por otro lado, se dejan en el olvido las palabras que enriquecen nuestro vocabulario, resignándonos al uso de las palabras cotidianas; la consecuencia es que desaparecen las palabras que pueden describir nuestra forma de pensar, por su desuso. Adicionalmente, con la tecnología también, dejamos de escribir a mano (cosa que reafirma el aprendizaje) y con los emoticones pasamos a la simbología para abreviar la escritura. Llega un momento en que se pierde la esencia del mensaje. De ahí, la recomendación de leer y enseñar a los niños a leer, haciendo la actividad divertida con las formas de contar cuentos (los cuentacuentos son maravillosos en eso) y los adultos, buscar libros que les anime a seguir leyendo, como las novelas u obras de ficción y aventura.

El segundo elemento, el modelado de la cotidianidad, es un aspecto que pasa desapercibido, pero lo he visto mucho cuando se le dicen a los niños “cuídate” o “pórtate bien”. Estas palabras o frases tienen sentido abstracto, que sólo se aprende su acción a través del ejemplo que ven en los demás, en especial los padres. Me he dado cuenta que muchos adultos, cuando quieren ser líderes, ser eficientes, mejorar su trabajo, encuentran abismos inconmensurables a la hora de llevar a la práctica estos conceptos abstractos: aun cuando se tenga la definición, no hay relación con acciones para llevar a la práctica dicho concepto. Es por ello que a los niños, el ejemplo de lo que se quiere que haga y una supervisión que permita corregir amablemente las conductas deseadas, ahorrarían muchos problemas de la vida adulta. En las organizaciones, especificar competencias y valores en términos de conductas demostrables ayudan con el modelaje que se espera en la institución, y ejemplificarla por la alta gerencia refuerza dichos comportamientos.

El tercer elemento, pensar sólo en el presente, aun cuando ha sido recomendado para estar consciente en el aquí y el ahora, le quita la posibilidad a cualquier individuo de diseñar su futuro. En especial las personas de poca educación formal y escasos recursos económicos no tienen desarrollado el hábito de soñar y visualizar su futuro. Cuando se les pregunta cómo se verán en varios años, invariablemente, la respuesta es “no sé…”, quitándole a la mente la capacidad de crear y diseñar la vida futura.  En el libro de Lewis Carrol, Alicia en el País de las Maravillas, Alicia le pregunta al gato qué camino debe tomar; el gato de Cheshire le pregunta a dónde quiere ir y ella responde que no sabe: “Entonces –dijo el gato–, no importa, entonces, cualquier camino que tomes será el indicado”. Sin las metas, perdemos la oportunidad de plantearnos estrategias o acciones que nos lleven a alcanzar nuestros sueños.

¿Qué podemos hacer para ir del dicho al hecho? Empezar a enamorarse de la lectura, preguntar cuando se tienen dudas sobre la aplicación de una abstracción y estar conscientes de lo que hacemos para ejemplificar nuestros propios conceptos, de manera que podamos describir la conducta que queremos demostrar. Y lo más importante, nunca dejar de soñar.

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