Todo está conectado
Hoy estuvimos en el programa de radio conversando con un
odontólogo sobre el Alzheimer. Sí, con un odontólogo. Conversamos sobre varios
estudios que están demostrando que significativas dolencias odontológicas se
relacionan como causas del Alzheimer y otras enfermedades como la demencia.
En esta plática incluso nos comentaba el invitado que la
alimentación influye, dado que los alimentos blandos pueden producir el sarro y
éste, a su vez, escala a niveles donde se reproduce la bacteria que se ha
encontrado en el cerebro en personas con Alzheimer. En el corte publicitario
incluso nos comentó que los europeos tienen dentaduras que requieren mucho
cuidado dado que generaciones atrás vivieron en la guerra mundial, donde la
alimentación y el cuidado físico eran deficientes y eso se ha transmitido
genéticamente.
En esta historia vemos como una parte del cuerpo genera trastornos
mentales y cómo la historia familiar también puede influir. Sin embargo, el
común de los seres humanos vemos la vida en silos: una cosa separada y
diferenciada de la otra, cuando en realidad el mismo cuerpo humano es un
sistema lleno de subsistemas, y a su vez somos un elemento de otro subsistema
que a la vez es parte de uno más grande… Y así sucesivamente.
Aunque estudiemos la teoría de sistemas, nos seguimos
comportando como elementos separados sin relación con nada. Podemos decir
fácilmente “eso no me importa” o “no tengo nada que ver con eso”. Si eso pasa
en el cuerpo, ¿qué pasa con la gente que nos rodea? “Si es de la familia (y
dependiendo cómo sea la relación) sí me importa” pero no es de nuestra
incumbencia la gente que se ha quedado sola, niños que deambulan en la calle
pidiendo, la destrucción de bosques por
talas y el cambio climático. Siempre vemos estos eventos y circunstancias como
ajenos a nosotros. Algunos están tomando cartas en el asunto, como las ONGs que
alimentan a las personas de la calle, que rescatan animales o promueven el
cuidado de la naturaleza, por ejemplo.
Incluso cuando se le desea mal o bien a una persona
específica, ese pensamiento no solo afecta al involucrado, sino a nosotros
mismos. La generación de nuestros pensamientos conlleva una serie de emociones
personales que se reflejan en nuestras acciones, sin contar la energía que
estamos emitiendo y que, aunque no se ve, afecta el ambiente mediante esas sensaciones
que vienen del corazón; así, si empezamos el día con pensamientos positivos
como el agradecimiento, tendremos elementos para enfrentar los retos diarios, y
si nos proponemos hacer de nuestra vida un evento significativo, podemos poner
en el tapete de la consciencia las habilidades y recursos internos para el
servicio del sistema al que pertenecemos, desde la comunidad de nuestro
edificio o urbanización hasta ser una pieza que empuja algo más grande, como
evitar el calentamiento global mediante el uso racional de los recursos
naturales.
No se necesita tener grandes recursos, ni dedicar mucho
tiempo al cuidado de nuestro sistema. Pequeñas acciones repetidas pueden hacer
cambios en el largo plazo. Solo hay que preguntarse en cada decisión cómo
afectará el futuro y a los demás.
¿Eres de los que ven conexión con todo o que las estrellas y
los vientos solares no tienen que ver contigo? Será bueno que te preguntes cómo
cada cosa, persona y evento influyen en tu vida. Tus comentarios son
bienvenidos al final de este artículo.
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