¿De qué tamaño es tu mapa?
Estuve
hablando con mi sobrina, de 9 años, y me dijo que cuando sea grande quiere ser
como su mamá: quiere ser cocinera. Es usual que los niños quieran ser como sus
padres; cuando tenía 9 años decidí que iba a trabajar en una oficina, como mi
mamá, y mi sueño se cumplió, al punto de ejercer cargos directivos. Sin
embargo, la diferencia entre mi sobrina y yo radica en que mi mamá me dio la
oportunidad de conocer diferentes personas que trabajan en oficinas y conocí
muchos aspectos, así como la ocasión de comparar
otros oficios para tener la certeza de que lo que quería era porque se parecía
a lo que deseaba mi corazón y no la única opción que conocía.
Los niños
del siglo XXI pueden exponerse a mundos
fantásticos que los conecten con las ciencias, la tecnología y las matemáticas
vistas como trampolín para diseñar en el campo de la robótica y la telemática.
Estas opciones no estaban en mi infancia, ¿por qué tampoco en la infancia de mi
sobrina? Por el tamaño del mapa de quienes la están educando y el entorno donde
se mueve y aprende, dado que da por hecho que el mundo es así.
En PNL, uno
de los postulados es que el mapa no es el territorio, para dar a entender que
el mapa que cada uno de nosotros se forja con experiencias, conocimientos y
cotidianidades no necesariamente, es el
mundo. El territorio es entonces un lugar con opciones y aventuras inesperadas
e inimaginables, que le multiplican espacios, formas de pensar, nuevas
actitudes y formas de resolver la vida según vayamos incorporando nuevas
experiencias, conocimiento y opciones en cualquier estrategia. A mi edad actual
quisiera hacer más y admiro a la gente que continuamente está aprendiendo,
porque está ampliando su mapa, de manera que puede entender la vida con otras
perspectivas y contar con herramientas para hacer frente a los retos que se
presentan. El viajar, conocer gente con otras culturas, comer alimentos
diferentes, aprender un nuevo idioma o a tocar uno o varios instrumentos,
mantiene la plasticidad del cerebro para moldearse a nuevas circunstancias, a la
vez que destapa la habilidad de la creación, importante para diseñar opciones y generar un futuro diferente.
En esta
pandemia he escuchado que los días de cuarentena hacen que todos sean iguales
(a mí me ha pasado) y cuando siento que la rutina y el rumiar de los problemas
encogen los espacios, aprovecho para visualizar días diferentes y plantearme
escenarios para hacer cosas nuevas. Las personas que tienen formas únicas de
ver la vida son más susceptibles de caer en la depresión y la desesperanza
porque sus mentes no han sido entrenadas para ver opciones. Lo más triste,
desde mi punto de vista, es que muchas personas toman decisiones con base en lo
único conocido y si el mapa es limitado, sus posibilidades de desarrollar los talentos
únicos que cada uno de nosotros tenemos pueden quedar rezagados, lo que trae
infelicidad y descontento ante la vida, a la vez dejamos de prestar ese
servicio a la humanidad porque no lo hacemos desde la satisfacción personal,
sino desde lo poco que pudo aprender esa
persona. Quienes amplían sus mapas consiguen un mejor sentido a la vida y
mejores actitudes ante los retos planeados. Todo esto se observa en los estados
de ánimo en el quehacer diario.
¿De qué
tamaño es tu mapa? ¿Qué estás haciendo para ampliarlo? Tus comentarios son
bienvenidos al final de este artículo.
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