Cuando emprender es un arte

 



Una vez me pidieron que escribiera el paso a paso para emprender. En aquel entonces y todavía hoy en día, no me atrevería a decir la receta para emprender puesto que no la hay. Incluso, en la formación que doy sobre el diseño de modelos de negocio, con diferentes metodologías, me encuentro con que cada caso puede ser diferente, según las competencias y actitudes de cada emprendedor. Al común de los emprendedores se les lleva por la vía de conocer al cliente y diseñar el modelo de negocio en función de su segmento, pero en el caso del emprendedor en arte, ahí la cosa cambia.

Toda expresión artística nace del corazón de su autor, por tanto, es una expresión personal de su creador; trabaja en función de sus sentimientos y percepciones de la vida, por lo que sus obras son basadas en su mundo, a diferencia del diseño de productos y servicios de otros emprendimientos que se hacen en función de lo que señale el segmento a donde se dirigen. En el caso de un cocinero, tal como lo vemos en los reality shows de la tv, preparar un platillo con estilo y marca del chef se funde con el sello personal que ha forjado durante su carrera gastronómica (y en algunos casos, en su vida). Y con toda esa personalidad desbordada en un platillo, los jueces de estos programas de tv encasillan la creación según las propias percepciones de ese cuerpo colegiado. Cuando logro ver uno de esos programas, me pregunto: ¿De dónde un jurado ha sacado su preeminencia para decir que un cocinero que ha ganado una reputación a los largo de décadas, hizo una preparación que no les satisface?

Si eso pasa en la gastronomía, donde hay un mayor público que sí forma parte de la reputación de un cocinero, imagínense lo que pasa con un artista de la música, la escultura, la pintura, la escultura o la danza, donde la concurrencia puede ser más selecta. Según la película «Bohemian Rhapsody», la pieza cuyo nombre es igual fue rechazada por el agente discográfico, para que tiempo después se volviera una pieza maestra del grupo Queen. No disfrutaríamos de esa y otras piezas sin la irreverencia de sus autores. Y se puede ver también lo que pasa cuando un artista muere: sus obras entonces cobran un  altísimo valor. ¿Cómo se le dice a Chuck Manggione que toque la trompeta con un estilo diferente? ¿Quién le dice a un artista en ciernes que sus obras no sirven? Eso es matar la expresión, y habrá que esperar un tiempo para ver si ese artista aglutina seguidores.

El arte, en sí mismo, es irreverente, es una conversación que inicia el artista y la expone para que alguien siga esa comunicación. En la música, ese alguien se percibe según el tamaño de la audiencia en un concierto o en el número de descargas por internet de la pieza en cuestión. En el caso de la pintura, la danza, la escultura, por el número de visitantes en la galería (virtual o presencial), así que no depende del «producto» como en otros emprendimientos. Y aquí es donde los artistas me preguntan cómo pueden monetizar su arte.

Aquí rompo todos los esquemas de diseño de modelos de negocios, y tres opciones que sugiero son:

1.       El trabajo de la marca personal del artista, para que sea reconocido en el ámbito donde quiere mostrar su arte. Y este ámbito puede ser mundial, por lo que el ahínco será mayor. Es aquí donde el artista deberá moverse, en primer lugar, para que su arte sea conocido, así que con tesón deberá incluirse en los medios propios de ese arte, codearse con gente influyente del medio, hacerse reconocer por los medios de comunicación, hablar con artistas experimentados que le den sus fórmulas particulares de éxito.

2.       Exponiendo su obra en elementos de la cotidianidad, así, pues, la música puede estar en una obra escolar, los diseños visuales en el estampado de un objeto que sirva de regalo, de manera que la gente común se empiece a familiarizar con el artista.

3.       Encontrar a ese público que resuene con el mensaje personal de cada obra realizada, pero estar consciente de que, en algunos casos, ese público no es masivo, es más bien exclusivo, así como la revelación de su contenido.

Para estos casos, la recomendación se orienta hacia el trabajo de la publicidad del artista y lo que quiere comunicar con su arte. La buena noticia es que el paradigma del siglo pasado, referente a que el arte no da de comer, se ha ido desmoronando. Si eres un artista y quieres emprender, ¡hazlo! Pero con la consciencia de que puede ser retador. Por mi propia experiencia en la construcción de mi marca, sé que el camino puede ser largo y agotador, pero es satisfactorio saber que sí hay alguien que se conecta con tu mensaje.

¿Te consideras un emprendedor del arte? Tus comentarios son bienvenidos al final de este artículo, será de gran utilidad que comentes cómo te has dado a conocer y cómo has desarrollado tu carrera.

Sé que te gustó esta información, compártela y así beneficias a otros. Y si ambicionas apoyo y soporte en este tema, te invito a contactarme por aleciaortiz.consult@gmail.com, o por las redes @aleciaortizmba.

 

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