¿Qué tanto te conoces?
Hay una
frase que dice «te conozco como la palma de mi mano», refiriéndose que alguien
conoce muy bien a la otra persona. Ahora me pregunto: ¿qué tanto te conoces?
Apuesto a que no tan bien, dado que hay aspectos que se descubren en el día a
día, y lo digo por mi experiencia.
Hay dos
aspectos fundamentales que definen el grado del autoconocimiento: el primero es
la toma de consciencia y el segundo se relaciona con la asunción del cambio.
Sobre el primero, la toma de consciencia radica en entender nuestra forma de
pensar y actuar, de ver el origen de nuestras creencias, para poder saber luego
el grado de resistencia al cambio.
La toma de
consciencia nos permite entender ese constructo mental que nos ayudará a ser
felices o infelices en la vida, a mejorar nuestra forma de recoger y procesar
información, para así optimizar nuestro proceso de aprendizaje, así como
también entender cómo interactuamos con los demás. Es lo que se nos lleva a la
evolución. Esta toma de consciencia tiene como herramientas la evaluación de
nuestros comportamientos dentro del entorno y la realidad personal; la
indagación de nuestras creencias, juicios y valores, con el análisis de si
estos orígenes mantienen su validez en la actualidad. En este sentido, hemos
aprendido mucho de nuestros padres, quienes nos enseñaron algunas conductas
cuando éramos niños, como por ejemplo, no hablar con extraños, y que en la vida
adulta no tiene mucho sentido. Igualmente, hemos sido influenciados ampliamente
por comportamientos etnográficos o de nuestra comunidad circundante, que pueden
ser diferentes a la de la urbanización de al lado. También aprendemos de
nuestros mentores y de los buenos libros que leemos. Me atrevo a decir que los
mayores influenciadores en cada uno de nosotros han sido los medios de
comunicación social y las redes sociales. Los primeros, incluso con los temas
de series, películas, publicidad, con los temas musicales que presentan,
definen en gran medida lo que alimenta nuestra mente. Hay tanto material que
promueve la violencia, el daño hacia el prójimo, el amor al ego; y las redes
sociales influyen también en gran medida, y peor aún, como no tienen ninguna
forma de control, el plagio de ideas, conceptos que no se saben si son un
chiste o si son aseveraciones de quienes publican pueden sembrar ideas nada
productivas. Cabe mencionar que el cerebro no distingue si la información es
cierta o falsa; simplemente la procesa y crea los patrones en el subconsciente.
Con
relación al cambio, creemos que no cambiamos y… Pues no. El cambio es una
eterna constante. Cambiamos el cuerpo y la evidencia es que con tan solo meses,
un niño despliega su evolución, en la vida adulta nuestras células cambian y
dejan de tener la lozanía de la juventud, aunque la renovación celular se haga
diariamente en nuestro cuerpo. De igual manera, cada día recibimos nueva información
que nos lleva a reforzar o dudar de nuestras creencias, y nuestro entorno
cambia, ya sea por deterioro o remozamiento. Desde el punto de vista
psicológico, hay un cambio, dado que no es lo mismo pensar como niño que como
adulto. Los gustos cambian: si cuando niño no te gustaban los vegetales,
posiblemente los comas ahora porque eres más tolerante a su sabor, sabes que
hay opciones para su preparación y que son buenos para el organismo. De igual
manera, nuestros amigos se mudan y cambiamos la frecuencia en que los vemos, o
algún familiar muere y la cotidianidad con ese ser se transforma dado el vacío
que deja. En otras palabras, la vida es dinámica.
El cerebro
tiene una forma particular de organizar la información y la programación
automática la deja en el estado subconsciente, de manera que pueda ser
eficiente al prestar atención a lo que es vital y nuevo, de manera que pueda
ahorrar energía. Con esta forma de trabajo, se relaciona con las emociones y no
le importa si te sientes bien o no, solo trabaja con lo que puede ser
repetitivo y significativo para crear esta información subconsciente.
Justamente, esta es la información que no está a la vista y que requiere un
ejercicio para sacarla a flote. El mindfulness
es una herramienta que nos puede sacar de comportamientos automáticos, e
incluso la PNL tiene formas de analizar en detalle una rutina que a simple
vista se ve de dos pasos y que puede tener escondida varios elementos, como
cuando suena el despertador y le damos un manotazo. Creemos que son esos dos
pasos, pero en el fondo están los pensamientos que generan las emociones, como
la actitud al escuchar el timbre del despertador, la decisión de seguir
durmiendo diez minutos más, la visualización del día si te levantas con
retraso, entre otras.
Estoy
segura de que puedes tomar papel y lápiz y analizar tus creencias, tus
comportamientos y tus emociones, y encontrarás cosas que están en lo profundo
de tu mente, que pueden desencadenar ciertos comportamientos que marcarán el
éxito o fracaso en lo que te propongas.
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