Saca al vendedor que hay en ti con 7 pequeñas reglas
Cuando era
pequeña, una vez mi mamá me dejó en la zapatería de una amiga y en el rato que
estuve ahí, una señora preguntó por unos modelos, le dije el precio muy
amablemente y me dijo: «Están muy caros». Mi actitud de servicio me indicó que
le mostrara las 12 cuadras que tendría que subir si quería verlos más
económicos. La señora agradeció el gesto y me dijo que caminaría esas 12
cuadras. Al ver esta escena, la amiga de mi madre me regañó por estar dándole
consejos a los clientes y cuando mi madre me buscó, la dueña de la tienda se
quejó con ella y, mirándome a los ojos, dijo: «¡Eres una mala vendedora!» Así,
que desde los 9 años, me creí que podía servir para cualquier cosa, menos para
la fotografía y las ventas (lo de la fotografía tiene una historia similar).
Luego, después de grande, comprendí que todos vendemos algo en esta vida:
nuestra reputación, nuestra valía, nuestros ideales… En fin, estamos en
constantes procesos de persuasión para que compren nuestras ideas y puntos de
vista. ¿Cuántas veces has persuadido a alguien en lo que va de año?
Y al prepararme
como profesional, estudié mercadeo y ventas en todos los niveles en los que me
gradué, desde el bachillerato hasta la maestría. Y con todo ese conocimiento,
me decía que era mala vendedora.
Resulta que
desde hace unas décadas he recibido cumplidos por mi forma de vender. En otras
palabras, todos ven mis habilidades ¡excepto yo! Y eso se debe a las creencias
que damos por ciertas.
Cuando tomé
conciencia de que tenía habilidades para la venta y la gente me pidió que les
enseñara a vender, comprendí que la primera tarea que tiene que hacer una
persona para lograr ventas efectivas consiste en revisar sus creencias al
respecto y su valía en lograr sus metas. Este autoconocimiento es el primer
paso para salir a vender.
Por otro
lado, un cliente me pidió que le enseñara a vender a cualquier persona, como
hacen los insistentes vendedores ambulantes en los terminales de autobuses o en
los puntos de mayor afluencia de gente en el centro de la ciudad. Aquí vienen tanto
el segundo como el tercer punto, ambos muy importantes: Define tu mercado o tu
segmento, y conoce el producto que vendes. Definir el mercado establece un
arquetipo o estándar del cliente promedio en tu segmento, y usualmente se
relaciona con una necesidad o problema que vamos a ayudarle a solucionar. Si el prospecto no
tiene ese problema o necesidad que quieres solucionar, hay altas probabilidades
de que no se interese, porque no está en su radar de cosas por resolver. De la
misma manera, hacer la diferencia entre el producto o servicio que vendes es crucial para hablar de su valía
y sus beneficios, a la vez que trazas estrategias específicas de comunicación y
ventas frente a otros elementos del mercado. Un proyecto no se vende igual que
una jarra de leche, un caramelo es diferente al servicio de agasajos, o un
lacito para el cabello no es igual a un juego de muebles. Mientras más
erogaciones signifiquen la compra del producto o servicio, requerirá mayor
atención por parte del vendedor. Incluso, hay compras que no se hacen de manera
individual, sino familiares, como los muebles o la decoración del hogar, y las
decisiones médicas.
Si ya
conoces tus potencialidades, tu segmento, tu propuesta de valor y tu producto o
servicio, ahora podrás poner en práctica estas recomendaciones:
1. Presta atención a las preguntas que
te hace tu cliente, usualmente hay algunas que se repiten y puedes tener una
batería de respuestas, incluso para las objeciones que te puedan hacer.
2. Ten una actitud jovial, de manera
que el cliente se sienta agradado; evita las frases sin emoción, con punto al
final, como «En qué puedo ayudarle.» Una frase sin emoción, con desgano, más
bien ahuyenta al cliente. Incluso, siente el agrado de atender a alguien que se
interesa por tu producto o servicio.
3. Trátalo con mucha atención, aunque
no te compre. El proceso de venta puede ser más largo para el cliente, si es de
los que les gusta hacer comparaciones entre sus ofertas disponibles.
4. Averigua qué hacen tus competidores y
sustitutos para que hagas algo mejor, dale motivos para que te prefieran a ti y
no a tus competidores.
5. Recuerda en hacer una experiencia
agradable la visita y conversación con tu cliente. Seguramente, recordará cómo
lo trataste, más que al mismo producto. La atención que va más allá del producto
o servicio es importante, como dar una dirección, recomendar un producto
complementario, ayudarlo de alguna otra manera, aunque esté fuera de tu
propuesta de valor.
Ahora que
sabes estos secretos, cuéntame cómo te ha ido al llevarlas a cabo. ¡Mucho
éxito!
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