Cómo recuperar el amor propio

 



Mucha gente da por sentado que todos buscamos el confort y felicidad personal ante todo, que haremos lo posible por encontrar el bienestar. Pues no, no todos están en esa búsqueda, y parte de las evidencias que encontramos por doquier son las personas que se dejan maltratar por terceros, llámese pareja o hijos, o escogen un trabajo a disgusto, o estudian una profesión u oficio que no les llena.

¿Cuál es la razón por la cual permitimos estos tratamientos o situaciones? Hay varias razones:

1.       La primera, por los modelos, paradigmas y creencias que nos han acompañado durante nuestra crianza. Si hemos visto que nuestros padres o personas más cercanas agreden verbalmente a otros y no hay ninguna resistencia al respecto, entonces se va formando la creencia sobre la normalidad del maltrato. Así vemos cómo el modelaje de otros influye en nuestros paradigmas. Igualmente, están esas conversaciones que escuchamos cuando niños o que nuestros allegados de autoridad (padres o representantes) tuvieron con nosotros. Los niños no dudan sobre lo que le dicen los adultos, y con mayor razón si son sus padres o familiares más cercanos, como los  abuelos, tíos o personas a cargo de sus crianzas. Los comportamientos y conversaciones que se repiten a lo largo del tiempo y con un mayor número de personas que las verbalizan y ejemplifican, refuerzan con mayor rapidez estos paradigmas.

2.       Por lo que llamamos «zona de confort», que es una jugada del cerebro para mantener las cosas tal como están. El cerebro actúa de esa manera para ahorrar la energía necesaria para instaurar un nuevo sistema de pensamiento; es más, evita el malgaste de energía en la búsqueda de información e implantación de nuevas formas de pensamiento. Así que esta zona de confort representa lo conocido, se escuda con el temor a la incertidumbre y evita el esfuerzo de tomar consciencia y encontrar el propio yo, que puede tener mucho que decir. La zona de confort es la comodidad de lo conocido, aunque nos sea incómodo, y es el recordatorio de que si has vivido así por mucho tiempo, para qué cambiarlo. De ahí que vemos parejas o trabajadores que «aguantan» situaciones por el mero hecho de que ya tienen tiempo haciéndolo, y generan excusas para mantenerse: “¿Y si dejo a mi marido que me pega (o me grita y me insulta constantemente), quién me va a mantener?”, o “Si dejo el trabajo voy a perder mis años de prestaciones sociales”. Quienes hacen estas aseveraciones, ¿cuándo se darán cuenta de que el bienestar mental es importante? ¿Qué opciones hay disponibles?

3.       Por la falta de claridad en lo que queremos en la vida, muchos de nosotros aceptamos sin chistar los caminos que ofrece la vida, sin contrastarlos con los verdaderos deseos, esos que salen del corazón, y nos olvidamos de los que nos hace la vida feliz: bailar, viajar, conversar gratamente, conocer nuevos amigos, pasar tiempo en la naturaleza, contemplar la vida sin esa sensación de tener que hacer algo… En fin, toda una serie de cosas, situaciones, que disfrutamos cuando éramos niños y que ahora están fuera de la memoria. ¿Cuándo dejamos de soñar y de disfrutar las pequeñas cosas?

Eso lo sé porque lo he vivido, y te dicen que es la madurez. Ahora, que acabo de cumplir otro año más de vida y que van sumando bastantes, me doy cuenta de que no nos damos cuenta cuando una frase hace click y cambiamos el comportamiento. Y empezamos a decir que lo que nos gusta lo haremos más tarde, hasta que miramos atrás y preguntamos cuándo fue la última vez que…

Si te identificas con esta situación, te puedo decir con propiedad que no importa la edad que tengas, ni la situación que estés viviendo, puedes cambiar. Para ello requieres de algunos compromisos:

1.       Analizarte: poner en blanco y negro tus roles, lo que amas hacer y que no te importa que pase el tiempo mientras lo haces, lo que no te gusta hacer, lo que sabes hacer, así como lo que requieres mejorar como persona; preguntarte qué te impulsa desde el corazón y no externamente, justo porque estos «motivadores externos» son los que te habrían estado atando a lo que no quieres: “aguanto esto por mis hijos” es una frase que ejemplifica esta situación.

2.       Encontrar tu Yo: tomar consciencia de quién eres, para qué estás aquí en este mundo, y te darás cuenta de que no estás aquí para sufrir, aguantar o limitarte en tus sueños más grandes. Encontrar el verdadero Yo implica pasar tiempo: una hora, dos horas en un día, dos horas diarias o semanales y solo contemplar lo que dice la mente, callando los pensamientos automáticos que sirven como excusa para evitar estos ratos. Uno de los desafíos para encontrar el Yo consiste en alejarse de la tecnología, como la Tv y los teléfonos inteligentes; ellos consumen gran parte de nuestro tiempo y han acostumbrado a la mente a estar pasiva para recibir información externa. La meditación deja la mente pasiva para recibir información interna, y no todos están acostumbrados a escudriñar la mente y el corazón. Hice un ejercicio posterior a estos encuentros personales y empecé a escribir un diario, donde anotaba los paradigmas que ayudaban o frenaban el crecimiento familiar, y este ejercicio me ayudó no solo a entenderme yo misma, sino entender el comportamiento de mis antepasados y perdonar lo que alguna vez consideré un daño. Igualmente, me ha ayudado para ver lo que podemos evitarle a las nuevas generaciones. Estos ratos de meditación darán luces a lo que realmente llena tu corazón.

3.       Trazarte un plan: todo empieza con una meta, si ya tienes claridad de lo que deseas lograr, por ejemplo viajar, retomar los estudios; establecer cómo lo vas a hacer (se llama estrategia) te indicará el camino o los caminos que puedes seguir, y plantearte cómo sabrás que lograste tu meta te indicará que estás en el camino, a punto de lograr tu meta o si ya la alcanzaste. Hay algunas metas que pueden llevar más tiempo que otras, y que te pueden dejar en la situación actual de manera temporal: “voy a dejar este trabajo en dos meses, mientras organizo mi nueva fuente de ingresos”. Este tipo de retrasos es viable, siempre y cuando hayas tomado consciencia de que es importante el cambio, que no lo puedes hacer de manera inmediata y que ya estás trabajando para obtener lo que quieres. Prácticamente, te dará una sensación de temporalidad que le quietará un peso a la situación y esa sensación de disgusto disminuirá notablemente.

El amor propio es tan importante como el amor a los demás. Tomar decisiones que nos alegren el corazón no implica dejar de querer a los demás, pero sí nos hace mejores personas para poder dar y recibir amor de verdad. Se recibe lo que se da y empecemos a dar amor a la persona que nos ha acompañado y nos acompañará el resto de nuestra vida, hasta el fin de los días: esa que ves cuando te miras en el espejo.

Comentarios

Entradas populares de este blog

El cambio de paradigmas a la hora de gestionar negocios

Creencias y sistemas

Mi querida Chica Plástica