Un trabajo para toda la vida es una utopía

 





Cuando empecé a trabajar, a finales de los 70, la promesa a todo joven que ingresaba al mercado laboral era trabajar toda la vida en una empresa y si era en la Administración Pública, saldrías a los 25 años de  trabajo con una jugosa jubilación que sería complementada con una pensión de vejez y el atractivo de unas prestaciones sociales de muchos años.

Sin embargo, la actualidad laboral a casi un cuarto del siglo XXI indica que los ambientes volátiles, inciertos, complejos y ambiguos han tumbado la estabilidad prometida y ahora el mercado laboral venezolano se ha visto impactado por las políticas públicas que rigen la economía, la creación de empresas y generación de empleo, además del cambio ocurrido a consecuencia de la pandemia denominada Covid-19 y sus mutaciones.  Se ha hablado del cierre del parque industrial en más de un 60 % en Venezuela y la emigración supera los 6 millones de venezolanos. Adicionalmente, los estudios ENCOVI señalan un nivel de pobreza del 90 %. Todas estas variables muestran que el sueño de trabajar 25 años en una organización para tener un retiro dorado se ha vuelto una utopía.

Entonces, muchos preguntarán que hacer y las empresas o emprendedores que empiezan a formar equipos de trabajo deberán pensar en el futuro y dejar de ver a los trabajadores como personas que tienen una vida útil en el negocio y después se desincorporan, como si fueran activos intangibles. Ya la gente se está desenamorando de las empresas y empiezan a ver su futuro y cómo lo resuelven, sin pensar en la historia con dicho negocio, y con tanta publicidad donde te señalan que no les importas a las empresas, el desamor es mayor.

Para quienes se están planteando alguna estrategia de supervivencia mirando la reducción de personal o se plantean estrategias para cuando crezca el negocio, tomen en cuenta estas recomendaciones:

  1. Las personas que trabajan forman un clan o familia. Aunque sea un periodo no muy largo, las relaciones se refuerzan, llegan a tener un sesgo social más que laboral y conocen intimidades del equipo y del negocio. Si se retiran por su cuenta o por decisión de la empresa, seguirán esas relaciones por un buen rato. Una persona que salió en malos términos puede usar esa información en contra del negocio y sus relacionados, por lo que motivarlo mientras esté activo y mantener la relación luego, puede minimizar efectos negativos.
  2. La educación siempre ayuda.  La formación cuando el trabajador está activo ayuda a motivarlo, a ser más productivo y, si se retira o es retirado, tendrá mayores probabilidades de ser incorporado en el mercado laboral si ha estado actualizando su conocimiento y sus competencias. No sale caro: es más caro tener un trabajador que comete errores y aprende con la destrucción de los activos tangibles. Si todas las empresas piensan en formación, la circulación del talento mejorará positivamente a toda una industria, porque estaremos incorporando a gente preparada por otras empresas, también.
  3. Todo negocio tiene su responsabilidad social. Cuidar del ambiente, de la inclusión y otros temas son tendencia en el desarrollo organizacional; es posible que el cuidado de las personas desde el punto de vista humano puede ser la piedra base para una estrategia de atención y crecimiento personal, y por qué no, espiritual. Hay que recordar que no somos de carne y hueso, y tenemos alma, espíritu y corazón también. Ayudar al crecimiento personal y espiritual puede minimizar conflictos y desmotivaciones, incluso después de la desincorporación. Recordemos que esas personas habían sido parte del motor del negocio.

Y si has pasado por una desincorporación, este es el momento de plantearte:

  1. Sacar el mejor provecho a la situación. Hacer un inventario del conocimiento, experiencia y sabiduría adquirida hasta este punto de tu vida puede replantearte nuevos caminos. Los cambios, aunque chochan por su dureza en algunos casos, es un llamado de atención del universo para indicarte que es hora de seguir una ruta nueva hacia tus sueños y que te des cuenta de cuán  reconfortante es redescubrir los tesoros que tenemos cuando hacernos el poder de nuestras competencias y sueños por cumplir.
  2. Ser flexible. Moverse con rapidez en estos entornos cambiantes nos da la oportunidad de ver varias opciones, justo con la experimentación y así ver cuál es la más conveniente para nuestro bienestar. Moverse con rapidez significa también deslastrar viejas creencias limitantes y el miedo paralizante tan rápido como los detectemos. Saquémosle provecho al miedo temerario que nos dice que comienza una nueva aventura.
  3. Recordar el bienestar total. Plantear estrategias de vida que nos acerquen más a nuestra felicidad ha de ser nuestro norte; no solo pensar en el ingreso que voy a tener el mes que viene. Si bien es cierto que la seguridad económica es fundamental, es sano evitar compromisos y condiciones que nos maltraten física y emocionalmente. Aceptar un nuevo trabajo solo por el dinero nos deja en un universo de rencor hacia la vida y a la realidad que creamos. En este sentido, mientras aparezca otra opción que satisfaga todo nuestro bienestar (o la vayamos construyendo) hemos de amar lo que hacemos, con quienes lo hacemos y el entorno donde lo hacemos. Si no es posible, toma la decisión de irte.

¿Eres de los que ven la realidad con temor o con plena confianza de que se adecuará a tus deseos? Sin juicios, podrás ver el panorama diferente; pero si quieres cambiar tu realidad requerirás hacer unos cambios, aunque los resultados no sean inmediatos. Tus comentarios son bienvenidos al final de este artículo.

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