Tecnología: ¿ventaja o desventaja?

 




Hoy estábamos viendo en casa series de televisión antiguas, y veíamos comportamientos que ya no se usan, como por ejemplo, esperar a una persona para que nos anote la receta de un platillo, o recibir una visita que te invite a una cena. Seguro que si eres un millenial, te preguntarás cómo se vivía sin Google o WhatsApp, con los famosos gifts que animan desde los buenos días hasta la noticia de un evento o una invitación. ¡Imagínate! Movilizarse por toda una ciudad para invitar a los amigos a una cena, mucho trabajo para la vida del siglo XXI. Pero me pregunto: ¿estás  al día con los avances tecnológicos?

La tecnología ha tomado fuerza justo en el 2020 por los efectos de la pandemia. Se ha incrementado el uso de las comunicaciones virtuales y si vives en Venezuela, las comunicaciones telefónicas han disminuido gracias al deterioro del servicio de telefonía local en manos del Estado, aunado al hecho de que las operadoras telefónicas han mermado sus inversiones en actualizaciones operativas. Así que nos queda el uso de las aplicaciones cuando internet lo permite. Pero en el resto del mundo, las aplicaciones se desarrollan a un ritmo mayor que lo que tomamos en conocerlas, actualizarlas y agregarlas en nuestro quehacer  cotidiano. Siempre quedan algunas aplicaciones que no manejamos porque las vemos inoficiosas o porque no tenemos tiempo de aprender su uso e incorporarlas a nuestra vida.

También pasa con esta tecnología, que con su uso, pasamos largas horas conectados a los dispositivos, al punto de escribir mensajes entre los mismos miembros de una misma casa, o estando en un espacio compartido, queremos la privacidad de una conversación a través del teléfono inteligente. ¿Qué nos ha dejado entonces? El verdadero aislamiento del roce social, tan importante en el ser humano, se ha deteriorado: ya nos cuesta vernos los ojos y escuchar activamente con todos los sentidos, damos por sentado que se entendió el mensaje si ya lo enviamos,  el acoso se puede disimular con diferentes redes, dado que te observan desde cualquier aplicación. Y esto da pie a la gran minería de información que las grandes empresas de internet tienen gracias al seguimiento de todos nuestros pasos: dónde hemos estado, con quién, lo que compramos, comemos, nos gusta o disgusta; en fin, a la pérdida de la privacidad que existía hasta el siglo pasado.

Me llama la atención que los menores de edad, tan adictos a los dispositivos, no puedan construir frases completas ni tener una buena ortografía, porque se ha hecho popular el uso de signos fuera de las reglas gramaticales y porque es el dispositivo quien decide cómo se escribe la palabra y la frase con el texto predictivo. Y no puedo dejar de mencionar que la forma de expresar un mensaje es con un «meme». Me abro a los cambios, pero puedo predecir que estas generaciones pueden sufrir retrocesos a la hora de trabajar acuerdos, entendimientos y hasta tengo la teoría de que parte de sus depresiones son por la incomprensión de lo que transmiten. Y los adultos han cometido errores como el que leí en la prensa, donde una enfermera dejó caer a un neonato por estar viendo su teléfono, y el bebé tuvo que ser ingresado a una unidad de cuidados intensivos.

Por otra parte, la cantidad de aplicaciones hace que cuando quieras interactuar con alguien te dice: «yo uso esta aplicación», y si no está en tu lista de favoritos, entonces te puedes perder una conversación, una noticia o un evento. Y al final, terminas incorporándola a tu lista de aplicaciones que ya está saturando tu dispositivo. ¿Te parece conocido?

En algún momento necesitaremos evaluar que nos aporta valor y lo que no en la tecnología, midiendo cuánto nos aporta a nuestra vida material y tangible, más que a la vida virtual, que ya es parte inseparable de nuestra cotidianidad.

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