Del “hágalo usted mismo” al “hagámoslo juntos”
¿Cuántas veces hemos oído la recomendación publicitaria de
comprar una herramienta u otro producto para que usted pueda hacer lo que
necesita, sin tener que pagar a terceros? Y por otro lado, ¿cuántas veces nos
enteramos de empresas que venden productos o servicios sin producirlos, dado
que se basan en modelos de plataformas que sirven a grupos desagregados? Pareciera
que el mundo no se pone de acuerdo al respecto. Mientras estas publicidades
empujan al consumidor a comprar para que él mismo resuelva sus necesidades,
como las herramientas multiuso, los dispositivos de mejora de la piel y
tratamientos anti-edad para hacerlos desde la comodidad del hogar, las mejores startups apuntan al emprendimiento
colaborativo, como el hospedaje fuera del concepto hotelero o las páginas de
contenido que se alimentan de las publicaciones de su público; es decir, que
entre todos, logramos resolver la necesidad. Yo me quedo con el segundo grupo.
No hay falacia más grande que la persona exitosa puede
hacerlo todo: Si bien es cierto que los seres humanos estamos infinitamente
dotados de habilidades para enfrentar el mundo y todos tenemos la posibilidad
de aprender todo lo que queramos, ciertamente no se conquista el mundo de
manera individual. Por eso apunto al “hagámoslo juntos”. En los
emprendimientos, he visto (y vivido) que trabajar en solitario multiplica el
esfuerzo, mientras que cuando te enfocas en formar un equipo, la sinergia
aparece y diluye el esfuerzo. En la vida personal, las personas que viven en
solitario tienen menores probabilidades de vivir longevamente, mientras que las
familias numerosas cuentan con apoyo para compartir desde las penas hasta las
tareas de la casa; y las sociedades donde el paradigma “eso lo puedo hacer yo,
así que me puedo ahorrar ese dinero”, usualmente tienen una tasa de crecimiento
más lenta porque se ralentiza todo el sistema económico. En una de las ciudades
donde trabajo con emprendedores, demostramos este comportamiento etnográfico y
lo correlacionamos con la tasa de éxito de la actividad emprendedora.
Por otro lado, la capacidad individual para realizar tareas
es limitada: un ser humano necesita un tercio de su día para descansar y
reponer fuerzas, y se toma otro tercio del día para atenderse como individuo y
como parte de una familia y/o comunidad. Si sólo queda un tercio del día para
ser productivo, diluir estas 8 horas en tareas no productivas, multiplican el
esfuerzo y se pierde la eficiencia. El trabajo colaborativo no solo tiene el
efecto de la sinergia, sino que en la medida en que se aumenta la red de
colaboradores, se fortalece el resultado, se crean relaciones personales que
favorecen la cotidianidad del ser
humano, aumenta la sensación de pertenencia y se comparte la sensación de
sentirse útil y parte del equipo. Esta gratificación emocional potencia
infinitamente a cada individuo y se potencia más como grupo.
Creo que es hora de cambiar el paradigma del ahorro con el hágalo
usted mismo. A la postre, sale caro.
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