Mi querida Chica Plástica

En 1978, el músico Rubén Blades convirtió en éxito la canción del norteamericano Willie Colón denominada Plástico, que hace referencia a la vida vacía de jóvenes que se enfocan en lo material sin que les importen las emociones y la humanidad, es decir, los valores reales del ser humano.

“Ella era una chica plástica de esas que veo por ahí, de esas que cuando se agitan sudan Chanel N° 3…” En esa época esa canción me reforzó mi creencia de que el trabajo y el alma eran lo único que importaba, así como la creencia de que lo material era sinónimo de vida vacía, que enfocarse en lo físico y en la belleza de los ojos era tan trivial y tan perverso, que más valía ser pobre que una persona de buena posición económica. Imagínense esta percepción validando los preceptos católicos que ensalzan la pobreza.

Pasé así muchos años denigrando de la estética, y me parecía lógico y real dados los sacrificios que significan, para una mujer, estar pendiente de tacones, peinados y maquillaje. Y luego, en casa, estar pendiente del color de una pared, ¡oh, qué banalidad, pónganle cualquiera! Y en la calle, ¡cuánto presupuesto para hacer unas aceras que serán rehechas en el siguiente año! En otras palabras, toda mi realidad reforzaba lo innecesario que era la vida plástica. En mi juventud, tuve la oportunidad de ver el bienestar de la gente porque vivíamos en un país próspero, donde las facilidades estaban a la orden del día. Así que, ¿para qué ese estilo de vida tan macabro, que ni la Iglesia Católica lo aprueba?

En la primera mitad del siglo XX la imagen y la presentación era el ícono primordial de la sociedad, y la televisión, un medio de comunicación masivo, le decía al mundo a través de series hechas en estudios, que las casas grandes y hermosas eran la tónica, así como las mujeres absolutamente emperifolladas y los hombres con su flux. Así sería la influencia que en mi niñez, el hombre perfecto era el que estaba de saco y corbata… Adicionalmente, el desarrollo de la mercadotécnica para impulsar la compra sin importar qué, desarrolló el fenómeno social que tanto Colón como Blades criticaban en su canción.

Ahora en mis años de madurez he podido ver un cambio que me ha hecho reflexionar: Si bien no me considero una chica plástica, ahora la añoro. En los últimos años he visto cómo el populismo, la otra cara de la moneda, ha ensalzado no sólo la pobreza, sino que la ha aderezado con la falta de educación. Esta política pública venezolana, accionada en la destrucción de los espacios públicos y enaltecimiento del personaje despeinado, desprolijo, con la dentadura sin cuidado, con arrugas por el descuido en la piel, sin ropa fina, con la imagen casual como uniforme, ha degenerado la calidad de vida del ciudadano común que antes se veía en la normalidad y la cotidianidad.

Desde hace unos años salgo a la calle y veo  las aceras rotas y sucias; el parque automotor muestra el desgaste en las carrocerías; la vialidad ha perdido las señalizaciones, y los ciudadanos venezolanos parecen despojos de lo que antes era un ciudadano de primera. Me recuerda, lo que estoy viendo, a una entrevista de televisión donde una cubana hablaba de cómo tuvo que vender todos sus muebles para poder subsistir, y en su casa que otrora era una tacita de plata, ahora las paredes parecían ruinas que enmarcaban un sofá, una silla y un taburete con una televisión, en una habitación que como cortinas lucía harapos mas derruidos que las cortinas de Los Picapiedra.

Cuando me toca ver esta nueva realidad, entiendo dos cosas: Primeramente, la belleza interior es primordial, y lo entendemos en el amor al prójimo y en las cosas que nos rodean.  Como lo dijo el Maestro Jesús, lo importante no es de este mundo (material), como la compasión, la empatía, la solidaridad, el cuidado del medio ambiente, y en general, el cuidado a todo lo que nos rodea, pero la belleza de nuestro entorno hace falta para ver la belleza del Creador. Así que la renovación, la restauración y la mejora personal y de nuestro espacio local o nacional nos eleva el ánimo y la estima, ya sea personal o hacia lo externo. Cambiar, mejorar, cuidar, son acciones que evidencian el amor, y que cuidando su dosis y equilibrándolo con lo interno, podemos ser lindos sin tener mirada esquiva y falso reír o estar pendientes de las apariencias, como lo señalan estos músicos.


Mi segunda lección es que los extremos no son buenos: Ser rico no es malo, porque necesitamos un cuerpo en este mundo al que debemos cuidar, así como lo que nos rodea, siempre y cuando sigamos siendo humanos, y convertirnos en pobres no nos lleva al desarrollo. Ya lo he visto en mi querida Venezuela.

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